martes, 17 de mayo de 2016

La necedad de las ideas

Domenico Scandella o Menocchio de Pordenone
en la Italia del siglo XVI[1]

Cuando se escribió El queso y los gusanos a finales de los años 70´s, la cuestión de la representatividad en la reconstrucción historiográfica era fundamental. Sea negativa o positivamente, cuando se pretendía hacer un test de representatividad se recurría, no pocas veces, a agregados pequeños de los cuales se sacaban porcentajes que muchas veces no significan nada. Por lo que la historia de Domenico Scandella propone volver desde una perspectiva metodológica (la de Ginzburg) y desde una perspectiva técnica (la de un verdadero cuantitativismo) al verdadero rigor de historiar lo sucesos pasados. La gran frescura que esta obra ofrece con sus modelos de la microhistoria ginzburguiana poseedores de singular originalidad es que trata de rescatar los objetos de estudio desde "la perspectiva misma de los actores" en los procesos históricos que analiza; dejando bien en claro que el echo de que una fuente no posea carácter de objetividad, no impide al reconstructor historiográfico utilizarle con un carácter científico, manipulando procesos inquisitoriales que giran alrededor de un solo individuo con el interés en los grupos marginados; Ginzburg trabajo magistralmente el tema de la circularidad de la cultura, de la relación que existe entre la cultura de las clases subalternas y la de las dominantes y de su influencia reciproca, examinando minuciosamente las ideas, fantasías y sentimientos de Menocchio, un molinero Italiano del siglo XVI, a partir de sus confesiones ante el Tribunal de la Inquisición y de sus lecturas.
En este contexto, el estudio de Ginzburg, cuestiona el paradigma común sobre la pasividad resignada con que las clases subalternas en las sociedades preindustriales se adaptaron haciendo suyos los excedentes culturales de las clases dominantes. Extendiendo “hacia abajo” la noción histórica de individuo aún ante el riesgo de caer en el anecdotario. Podríamos decir que se trata de una obra fundamental de la historiografía europea contemporánea, en lo que se refiere a la posibilidad de imaginar las interacciones de discursos globales y escenarios “micro” en donde las lecturas de esos escenarios adquieren terrenalidad, se localizan en los contextos, son convertidos en experiencias históricas y subjetivas. Colocando a su protagonista Menocchio como actor en tensión con discursos y prácticas de orden hallándose en la historiografía a partir de fuentes escasas pero contundentes. El molinero de Guinzburg representa en sí mismo las tensiones del discurso de la Reforma y la Contrarreforma en el ambiente de la Inquisición.
Pareciera que la trayectoria del pensador italiano es el auténtico eje vertebrador del libro, prestando particular atención a las implicaciones metodológicas de su propuesta sobre una nueva aproximación morfológica a la historia, basada en la exploración de convergencias temáticas y formales en situaciones de ausencia de transmisiones textuales directas, que al mismo tiempo emplaza esta nueva historia cultural en el mundo más amplio de la historiografía italiana.
La historia cultural corre el riesgo del agotamiento de las inspiraciones combativas que marcaron sus etapas anteriores. Y es precisamente aquí donde uno se da cuenta de la auténtica importancia de este texto. Lejos de ser una miscelánea de menudencias y conjeturas, ofrece desde la práctica numerosos elementos de innovación historiográfica para tratar de explicarse el Folclore, la gemología, la historia de las tradiciones populares, y la etnología europea que emergen de las ideas y explicaciones de Scandella; dejando ver que más que una cultura popular, presenciamos una mentalidad con límites mas o menos bien definidos en un contexto histórico determinado.
Durante el desarrollo de la obra observamos que las pocas fuentes con las que cuenta el investigador no son solo utilizadas para restituir la coherencia a una región del pasado, sino para ponerlo en tensión con la historicidad que se está construyendo. No se trata de una historicidad que se hace presente por el solo hecho de ser un libro sobre el  pasado, o en última instancia del relato sobre los juicios inquisitoriales de la Italia Renacentista, sino que se trata de una historicidad capaz de sustraer las pretensiones esencialcitas y homogeneizantes que la Inquisición  procuró instaurar en el proceso de masificar creencias en la identidad colectiva de las clases populares.
Así el autor de El queso y los gusanos desafió algunas de las mayores convenciones positivistas de la práctica histórica, al reconstruir la figura singular de Menocchio a partir de un material visiblemente insuficiente, interpretando como relevante el caso de un molinero del siglo XVI que muchos hubieran visto como una extravagante anécdota histórica y a pesar de la escasez de datos y fuentes documentales decide centrar su libro en ese curioso personaje. La lección que resultar de esta operación es la de demostrar que los historiadores trabajan o pueden trabajar desde dos formas de argumentación diferentes: por un lado la búsqueda de la prueba necesaria y verificable, y por otro lado, la probabilidad, esto es la verosimilitud de lo narrado. Es decir, asume que las fuentes históricas presentan vacíos que deben suplirse mediante conjeturas, aunque los hechos entonces no sean más que meras probabilidades. De este modo se crea una trama y unos personajes protagonistas cuyo perfil psicológico y cuyas pautas de comportamiento resultarán difícilmente verificables. Reconoce igualmente la utilidad de unos recursos literarios, explota el suspense y la expectativa que genera toda trama y acepta que esas mismas características propias de cualquier dramatización hayan podido favorecer la enorme repercusión alcanzada por su libro. Defendiendo con hechos la idea de que es perfectamente respetable, y muchas veces necesario, que un historiador lleve a cabo cierta manipulación de los hechos como resultado de un ejercicio imaginativo y a su vez, acepte los efectos estéticos de dicha manipulación. Al fin y al cabo el historiador italiano ha afirmado en repetidas ocasiones que escribir historia es también contar historias y, por lo tanto, este ingrediente retórico de la narrativa histórica no amenaza la cientificidad de una disciplina cuyo valor epistemológico sigue residiendo para el en el contrato de verdad con su objeto de estudio. En la voluntad de preservar el pasado de cualquier manipulación o falseamiento. De algún modo, el modelico ejercicio de Ginzburg admite que el referente extralingüístico es insuficiente por el mismo y delata la dimensión creativa del historiar. Forma parte del llamado retorno o resurgimiento del relato pero no vulnera el estatuto propio del discurso histórico pues reconoce su necesaria “organización foliada” -expresión con la que Michel de Certeau aludía a la presencia en forma de cita de los materiales de los que intenta producir una comprensión- y también su necesaria sumisión al acontecimiento a través de la “huella” que deja en forma de archivo. En resumen, reconoce la especificidad de un discurso narrativo que depende de los procedimientos propios de una disciplina del saber.
La imprenta - La reforma protestante - La Contrareforma - 

¿Cuales son las líneas principales del modelo de historia cultural y su relación con la historia de la lectura y la escritura, que el historiador Carlo Ginzburg desarrolla en si libro “El queso y los gusanos”?
El resurgimiento o retorno al relato significa para la historia la conciencia de su pertenencia al género de la narración. Así, la práctica del historiador admite moverse en un espacio mixto que oscila entre la ciencia y la ficción, y su régimen de verdad no es el de la certeza científica ni tampoco el de la ficción literaria. Por este Camino la proximidad de historia y ficción ha llegado a ser mucho más intima de lo que querían los partidarios de una comprensión positivista de los acontecimientos. El descubrimiento y análisis de las formas discursivas a través de las cuales se da el relato histórico ha llevado finalmente esa proximidad a la confusión y a la indistinción genérica. Si la historia es una modalidad discursiva, entonces es tan solo un caso particular del discurso en general y no puede así dejar de prestar atención a las teorías del discurso que se han dado en el seno de la teoría y la entica literaria. Este es el punto de vista desde el que algunos han creído ver una oportunidad para establecer una topología universal de los relatos e identificar las estrategias retóricas que gobiernan todos los modos posibles de narración.
La historia de la lectura también es, pues, la de sus prácticas, sus usos y significaciones. Esta es una preocupación central y de debate actual de la historiografía francesa, italiana y anglosajona sobre la historia de la lectura en el contexto de la historia cultural.
Desde una historia con espíritu etnográfico o de la microhistoria se ha abordado la perspectiva de las distintas apropiaciones que los lectores hacen de los textos y las formas en que se comprenden y utilizan, expresada en los trabajos de Darnton en Estados Unidos y de Ginzburg en Italia, respectivamente 18. Las aportaciones del primero sobre la historia cultural francesa han tenido una notable influencia, al plantearse cómo construyen los lectores cambiantes textos mudables. La obra del segundo ha alumbrado cómo se puede estudiar la apropiación de un texto por parte de un lector y las significaciones que percibe.
El problema es cómo gestionar la cuestión de la parte y el todo a la hora de intentar exponer la verdad del paisaje epocal que se estudia. La idea del puzzle, al que nos enfrentamos sólo a partir de fragmentos o cortes parciales, no es exactamente equiparable al modelo que propone Bégout , pero guarda importantes parale- lismos con una forma de trabajar que está abriéndose camino en el análisis de la cultura. Según esta versión, la historia sería «. . .una disciplina que funcionaría por fragmentos: una averiguación, una pesquisa que pone en relaciónconjetural vestigios, huellas,indicios.» (Serna, Justo y Pons, Anaclet, Cómo se escribe la microhistoria.Ensayo sobre Cario Ginzburg,Madrid, Cátedra - PUV,2000, pág. 15).
Es obvio que la oralidad y la escritura tienen en la producci6n literaria sus propios códigos, sus propias historias y que inclusive remiten a dos racionalidades fuertemente diferenciadas, pero no lo es menos que entre una y otra hay una ancha y complicada franja de interacciones

Referencias Bibliográficas.

Aguirre Rojas, Carlos Antonio. A modo de Introducción: El queso y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis de las culturas subalternas. En: Tentativas. Morelia, Michoacán: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Historia, 2003
Ginzburg, Carlo. El hilo y las huellas. Series en Sección de Obras de Historia. México: FCE, 2010
El queso y los gusanos. Series en (El ojo infalible). México: Océano, 1997




[1] Carlo Ginzburg es actualmente profesor titular de la Cátedra de Estudios sobre el Renacimiento Italiano en la Universidad de California, en Los Angeles; y profesor visitante en la Universidad de Siena, Italia. Entre sus obras más representativas encontramos: Los benandanti. Brujeria y cultos agrarios entre los siglos xvi y xvu; El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI; Pesquisa sobre Piero; Mitos, emblemas e indicios. Morfologia e historia; Historia nocturna. Un desciframiento del aquelarre; El juez y el historiador. Consideraciones al mar gen del proceso Sofri; Ojazos de madera. Nueve reflexiones sobre la distancia; Ninguna isla es una isla. Cuatro visiones de la literatura inglesa desde una perspectiva mundial, entre otras.