Domenico Scandella o Menocchio de
Pordenone
en la Italia del siglo XVI[1]
Cuando se escribió El queso y los gusanos a finales de los
años 70´s, la cuestión de la representatividad en la reconstrucción
historiográfica era fundamental. Sea negativa o positivamente, cuando se
pretendía hacer un test de representatividad se recurría, no pocas veces, a
agregados pequeños de los cuales se sacaban porcentajes que muchas veces no
significan nada. Por lo que la historia de Domenico Scandella propone volver
desde una perspectiva metodológica (la de Ginzburg) y desde una perspectiva
técnica (la de un verdadero cuantitativismo) al verdadero rigor de historiar lo
sucesos pasados. La gran frescura que esta obra ofrece con sus modelos de la
microhistoria ginzburguiana
poseedores de singular originalidad es que trata de rescatar los objetos de
estudio desde "la perspectiva misma de los actores" en los procesos
históricos que analiza; dejando bien en claro que el echo de que una fuente no
posea carácter de objetividad, no impide al reconstructor historiográfico
utilizarle con un carácter científico, manipulando procesos inquisitoriales que
giran alrededor de un solo individuo con el interés en los grupos marginados; Ginzburg
trabajo magistralmente el tema de la circularidad de la cultura, de la relación
que existe entre la cultura de las clases subalternas y la de las dominantes y de
su influencia reciproca, examinando minuciosamente las ideas, fantasías y
sentimientos de Menocchio, un molinero Italiano del siglo XVI, a partir de sus
confesiones ante el Tribunal de la Inquisición y de sus lecturas.
En este contexto, el
estudio de Ginzburg, cuestiona el paradigma común sobre la pasividad resignada
con que las clases subalternas en las sociedades preindustriales se adaptaron haciendo
suyos los excedentes culturales de las clases dominantes. Extendiendo “hacia
abajo” la noción histórica de individuo aún ante el riesgo de caer en el
anecdotario. Podríamos decir que se trata de una obra fundamental de la historiografía
europea contemporánea, en lo que se refiere a la posibilidad de imaginar las
interacciones de discursos globales y escenarios “micro” en donde las lecturas
de esos escenarios adquieren terrenalidad, se localizan en los contextos, son
convertidos en experiencias históricas y subjetivas. Colocando a su
protagonista Menocchio como actor en tensión con discursos y prácticas de orden
hallándose en la historiografía a partir de fuentes escasas pero contundentes.
El molinero de Guinzburg representa en sí mismo las tensiones del discurso de la Reforma y la Contrarreforma en
el ambiente de la
Inquisición.
Pareciera que la
trayectoria del pensador italiano es el auténtico eje vertebrador del libro, prestando
particular atención a las implicaciones metodológicas de su propuesta sobre una
nueva aproximación morfológica a la historia, basada en la exploración de
convergencias temáticas y formales en situaciones de ausencia de transmisiones textuales
directas, que al mismo tiempo emplaza esta nueva historia cultural en el mundo
más amplio de la historiografía italiana.
La historia cultural corre el riesgo
del agotamiento de las inspiraciones combativas que marcaron sus etapas
anteriores. Y es precisamente aquí donde uno se da cuenta de la auténtica
importancia de este texto. Lejos de ser una miscelánea de menudencias y
conjeturas, ofrece desde la práctica numerosos elementos de innovación
historiográfica para tratar de explicarse el Folclore, la gemología, la historia
de las tradiciones populares, y la etnología europea que emergen de las ideas y
explicaciones de Scandella; dejando ver que más que una cultura popular, presenciamos
una mentalidad con límites mas o menos bien definidos en un contexto histórico
determinado.
Durante el desarrollo de
la obra observamos que las pocas fuentes con las que cuenta el investigador no
son solo utilizadas para restituir la coherencia a una región del pasado, sino
para ponerlo en tensión con la historicidad que se está construyendo. No se
trata de una historicidad que se hace presente por el solo hecho de ser un
libro sobre el pasado, o en última
instancia del relato sobre los juicios inquisitoriales de la Italia Renacentista ,
sino que se trata de una historicidad capaz de sustraer las pretensiones esencialcitas
y homogeneizantes que la
Inquisición procuró
instaurar en el proceso de masificar creencias en la identidad colectiva de las
clases populares.
Así el autor de El queso y los
gusanos desafió algunas de las mayores convenciones positivistas de la
práctica histórica, al reconstruir la figura singular de Menocchio a partir de
un material visiblemente insuficiente, interpretando como relevante el caso de
un molinero del siglo XVI que muchos hubieran visto como una extravagante
anécdota histórica y a pesar de la escasez de datos y fuentes documentales
decide centrar su libro en ese curioso personaje. La lección que resultar de
esta operación es la de demostrar que los historiadores trabajan o pueden
trabajar desde dos formas de argumentación diferentes: por un lado la búsqueda
de la prueba necesaria y verificable, y por otro lado, la probabilidad, esto es
la verosimilitud de lo narrado. Es decir, asume que las fuentes históricas
presentan vacíos que deben suplirse mediante conjeturas, aunque los hechos
entonces no sean más que meras probabilidades. De este modo se crea una trama y
unos personajes protagonistas cuyo perfil psicológico y cuyas pautas de
comportamiento resultarán difícilmente verificables. Reconoce igualmente la
utilidad de unos recursos literarios, explota el suspense y la expectativa que
genera toda trama y acepta que esas mismas características propias de cualquier
dramatización hayan podido favorecer la enorme repercusión alcanzada por su
libro. Defendiendo con hechos la idea de que es perfectamente respetable, y muchas
veces necesario, que un historiador lleve a cabo cierta manipulación de los
hechos como resultado de un ejercicio imaginativo y a su vez, acepte los
efectos estéticos de dicha manipulación. Al fin y al cabo el historiador
italiano ha afirmado en repetidas ocasiones que escribir historia es también
contar historias y, por lo tanto, este ingrediente retórico de la narrativa
histórica no amenaza la cientificidad de una disciplina cuyo valor
epistemológico sigue residiendo para el en el contrato de verdad con su objeto
de estudio. En la voluntad de preservar el pasado de cualquier manipulación o
falseamiento. De algún modo, el modelico ejercicio de Ginzburg admite que el
referente extralingüístico es insuficiente por el mismo y delata la dimensión
creativa del historiar. Forma parte del llamado retorno o resurgimiento del
relato pero no vulnera el estatuto propio del discurso histórico pues reconoce
su necesaria “organización foliada” -expresión con la que Michel de Certeau
aludía a la presencia en forma de cita de los materiales de los que intenta
producir una comprensión- y también su necesaria sumisión al acontecimiento a
través de la “huella” que deja en forma de archivo. En resumen, reconoce la
especificidad de un discurso narrativo que depende de los procedimientos
propios de una disciplina del saber.
La imprenta - La reforma protestante - La Contrareforma -
¿Cuales son las líneas
principales del modelo de historia cultural y su relación con la historia de la
lectura y la escritura, que el historiador Carlo Ginzburg desarrolla en si
libro “El queso y los gusanos”?
El resurgimiento
o retorno al relato significa para la historia la conciencia de su pertenencia
al género de la narración. Así, la práctica del historiador admite moverse en un
espacio mixto que oscila entre la ciencia y la ficción, y su régimen de verdad
no es el de la certeza científica ni tampoco el de la ficción literaria. Por este
Camino la proximidad de historia y ficción ha llegado a ser mucho más intima de
lo que querían los partidarios de una comprensión positivista de los
acontecimientos. El descubrimiento y análisis de las formas discursivas a través
de las cuales se da el relato histórico ha llevado finalmente esa proximidad a
la confusión y a la indistinción genérica. Si la historia es una modalidad
discursiva, entonces es tan solo un caso particular del discurso en general y no
puede así dejar de prestar atención a las teorías del discurso que se han dado
en el seno de la teoría y la entica literaria. Este es el punto de vista desde
el que algunos han creído ver una oportunidad para establecer una topología
universal de los relatos e identificar las estrategias retóricas que gobiernan
todos los modos posibles de narración.
La historia de
la lectura también es, pues, la de sus prácticas, sus usos y significaciones.
Esta es una preocupación central y de debate actual de la historiografía
francesa, italiana y anglosajona sobre la historia de la lectura en el contexto
de la historia cultural.
Desde una
historia con espíritu etnográfico o de la microhistoria se ha abordado la
perspectiva de las distintas apropiaciones que los lectores hacen de los textos
y las formas en que se comprenden y utilizan, expresada en los trabajos de
Darnton en Estados Unidos y de Ginzburg en Italia, respectivamente 18. Las
aportaciones del primero sobre la historia cultural francesa han tenido una
notable influencia, al plantearse cómo construyen los lectores cambiantes
textos mudables. La obra del segundo ha alumbrado cómo se puede estudiar la
apropiación de un texto por parte de un lector y las significaciones que
percibe.
El problema es
cómo gestionar la cuestión de la parte y el todo a la hora de intentar exponer
la verdad del paisaje epocal que se estudia. La idea del puzzle, al que nos enfrentamos
sólo a partir de fragmentos o cortes parciales, no es exactamente equiparable
al modelo que propone Bégout , pero guarda importantes parale- lismos con una
forma de trabajar que está abriéndose camino en el análisis de la cultura.
Según esta versión, la historia sería «. . .una disciplina que funcionaría por
fragmentos: una averiguación, una pesquisa que pone en relaciónconjetural
vestigios, huellas,indicios.» (Serna, Justo y Pons, Anaclet, Cómo se escribe la
microhistoria.Ensayo sobre Cario Ginzburg,Madrid, Cátedra - PUV,2000, pág. 15).
Es obvio que la
oralidad y la escritura tienen en la producci6n literaria sus propios códigos,
sus propias historias y que inclusive remiten a dos racionalidades fuertemente
diferenciadas, pero no lo es menos que entre una y otra hay una ancha y
complicada franja de interacciones
Referencias Bibliográficas.
Aguirre Rojas, Carlos Antonio. A modo de Introducción: El queso
y los gusanos: un modelo de historia crítica para el análisis de las culturas
subalternas. En: Tentativas. Morelia, Michoacán: Universidad Michoacana de
San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Historia, 2003
Ginzburg,
Carlo. El hilo y las huellas. Series en Sección de Obras de
Historia. México: FCE, 2010
El queso y los gusanos. Series en (El ojo infalible).
México: Océano, 1997
[1] Carlo
Ginzburg es actualmente profesor titular de la Cátedra de Estudios sobre
el Renacimiento Italiano en la
Universidad de California, en Los Angeles; y profesor
visitante en la
Universidad de Siena, Italia. Entre sus obras más
representativas encontramos: Los benandanti. Brujeria y cultos agrarios entre
los siglos xvi y xvu; El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del
siglo XVI; Pesquisa sobre Piero; Mitos, emblemas e indicios. Morfologia e
historia; Historia nocturna. Un desciframiento del aquelarre; El juez y el
historiador. Consideraciones al mar gen del proceso Sofri; Ojazos de madera.
Nueve reflexiones sobre la distancia; Ninguna isla es una isla. Cuatro visiones
de la literatura inglesa desde una perspectiva mundial, entre otras.