martes, 10 de enero de 2017

Montaje colonial-museografico en el Museo de las Intervenciones


Se ubica en Av. 20 de agosto, entre Río Churrusco y Calzada de Tlalpan. En un antiguo convento que la orden eclesiástica de los franciscanos cedieron a la orden de los dieguinos en 1580, quienes establecieron allí su noviciado y el colegio de formación de misioneros que evangelizaron Filipinas, China y Japón. Se usó como cuartel militar durante el siglo XIX y uno de los escenarios donde se libró una de las batallas más importantes contra el ejército estadounidense en 1847. Fue Abierto como museo desde 1981.

El huerto era un espacio ocupado por las comunidades monacales para proveerse de alimentos, cultivaban hortalizas y frutas para autoconsumo; y hierbas, que empleaban como condimento o tratamientos medicinales. Podemos leer en la ficha explicativa: “El huerto formaba parte de una unidad productiva autosuficiente para abastecer a los frailes; en el huerto del convento encontramos el aljibe, depósito indispensable para el baño de los placeres, para el riego de la misma huerta y para la cocina”.
La museografía incluye algunos cartelones en que se indica al visitante de que tipo de planta se trata y algunos usos que se le atribuyen, por ejemplo:
Sábila
(alóe aristata)
Origen, América y África
Hojas.  Aplicación local alivia las molestias de quemaduras y heridas en la piel, molida controla diabetes 

Aún cuando el montaje museográfico no deja de dar la impresión de una maqueta impoluta, el visitante puede darse una idea de los utensilios que se usaban y la distribución espacial, a la sazón, la ficha explicativa indica:

“Un sitio muy importante para todo convento era la cocina, lugar donde se preparaban los alimentos de la comunidad y los que se ofrecían a los viajeros y peregrinos que llegaban a hospedarse en este sitio.
La cocina era un lugar para la vida comunitaria, de sus hornillas, asadores y fogón salían los más variados platillos que alimentaban a los frailes del convento. La cocina fue también lugar de intercambios culturales y del mestizaje.
De cocinas como esta surgieron los sabores, olores y viandas que incluso hoy reconocemos como mexicanos”


Un espacio que en lo personal impresionó gratamente mi atención es aquel al fondo de la cocina en el que pueden apreciarse varios contenedores de barro (algunos de ellos ya rotos), pues la luz se filtra de una manera muy particular en el sitio, que conjuntamente con los materiales de construcción y el barro rojo de los contenedores permite al visitante imaginarse en un sitio en el que no ha pasado el tiempo… un ambiente atemporal que bien pudiera ser  1580, 1981 o 2015…

En el gran fregadero eran lavados todos los trastos y utensilios de la cocina. Para fregar ollas y cazuelas, los sirvientes y esclavos se servían de escobetas y estropajos de fibras vegetales. Para acabar con el cochambre en cazos y sartenes se usaba la piedra pómez. Junto al fregadero, se ubicaba la pila para almacenar agua.


“El refectorio del convento. De acuerdo con la regla de la orden (supongo que se refiere tanto a los franciscanos como a los dieguinos) Los alimentos tenían que ser consumidos en forma comunitaria en el refectorio, Todos los frailes se reunían a la hora que marcaban las Constituciones y ocupaban su ligar en la mesa.
En ciertas fechas, además de acompañar la comida con lecturas edificantes, un grupo de frailes o laicos podían interpretar algunas piezas musicales. Los días de fiesta, la mesa de los frailes se veía colmada de deliciosos platillos.
Las grandes mesas donde comían los frailes se encontraban distribuidas de la siguiente forma:
a. Paralelas a lo largo de los muros en ellas se sentaban los estudiantes y frailes
b. Una transversal a las primeras, ocupando la cabecera del refectorio, asignada al prior del convento y a los invitados ilustres de él.”