martes, 14 de junio de 2016

La cortina de hierro Vs el mundo occidental: La Guerra fría


Para efectos del presente texto, trataré de confrontar la visión de historiadores de la talla de Eric Hobsbawm y Ramón Villares; ambos editaron sendas obras sobre el acontecer histórico mundial del siglo XX en las que dedican de manera monográfica capítulos específicos para tratar de explicar el periodo conocido como la Guerra Fría. Periodo que a mi entender puede servir a los estudiosos de la historia contemporánea para tratar de comprender las causas de muchos de los problemas económicos, sociales y políticos contemporáneos. En los textos contrastados, Ramón Villares y Ángel Bahamonde elaboran una narrativa puntual del acontecer histórico del siglo XX con un declarado afán de divulgación, mientras que Hobsbawm plantea un análisis crítico de los acontecimientos, aún que en varias ocasiones no muestra reparo en emitir juicios de valor y lanzar calificativos sobre los sucesos y actuaciones de los principales protagonistas. El ejercicio de oposición resulta interesante puesto que se obtiene un grado de complementariedad narrativa y analítica entre ambas visiones de un mismo hecho histórico.
Nuestra visión del mundo se ha transformando de un modo radical en los últimos años, los avances en materia de las tecnologías comunicacionales ahora nos dan la falsa impresión de que las fronteras geográficas se diluyen en secuencias binarias que fluyen en libertad alrededor del orbe y solo basta que nos decidamos a tomar parte en esta fiesta cosmopolita para acreditarnos como ciudadanos del mundo civilizado. Transitamos de la aldea rural a una aldea global, caracterizada por un extraordinario desarrollo tecnológico y de globalización económica, muchas de las limitaciones que en el siglo XX nos imponía el espacio y el tiempo han sido superadas, pues desde finales del corto siglo pasado nos hallamos en el camino de una nueva civilización, claramente diferente a la forjada por la sociedad industrial de principios del siglo XIX. Pero no siempre fue así; si en 1919 la humanidad comprendió que los conflictos bélicos podían extenderse hacia múltiples fronteras y que la capacidad letal de los ejércitos en disputa se había incrementado exponencialmente gracias al desarrollo de la industria balística; en 1940 nos quedó muy claro que somos capaces de acabar con la vida de millones de seres vivos a miles de kilómetros de distancia y con una inversión de recursos relativamente pequeños. Pero fue durante el periodo que los historiadores reconocen como de postguerra, cuando las fronteras ideológicas imaginarias configuraron y enfrentaron dos grandes bloques con sistemas económicos y sociales opuestos.
            El concepto
Walter Litman popularizó el concepto de Guerra Fría para referirse a las relaciones internacionales en escala global, desde 1947 hasta la década de los 90´s, mientras que Winston Churchill prefería usar el término El telón de acero: conceptos que comprendían estasnea imaginarias de los bloques antagónicos de ideología económica y las relaciones globales entre sí. En los años 50 ya estaban configurados estos dos grandes bloques ideológicos a nivel mundial: Capitalismo vs Comunismo. Mientras el resto del mundo se autoproclamaba como no alineado pero su accionar político, social y económico estaba condicionado por la evolución de las relaciones entre las superpotencias. (Villares, 2001, p. 317)
            Al respecto Hobsbawm dedica pocas líneas definitorias: “el enfrentamiento constante de las dos superpotencias surgidas de la segunda guerra mundial, la denominada <<guerra fría>>” (Hobsbawm 1995, p.230). Pero en varias ocasiones no duda en calificar de absurda la creencia occidental de que con el triunfo de los aliados en la gran guerra, la era de las catástrofes no se había acabado y que el futuro de la sociedad liberal continuaba en peligro
            Lo anterior llevó al mundo a un estado de tensión permanente con conflictos localizados lejos de los espacios neurálgicos de las dos superpotencias ideológicas, por un lado los Estados unidos de Norteamérica y por el otro la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Esto, alteró sensiblemente el tejido social, económico y político del conjunto de países que formaban la sociedad internacional, así como instigó el terror psicológico a la amenaza nuclear y el odio al enemigo.
            Antecedentes Norteamericanos
Los padres de la nación norteamericana, especialmente Thomas Jefferson; esbozaron un tipo ideal de sociedad norteamericana que permitiría más tarde realizar el sueño de los fundadores de los Estados Unidos y sus predecesores. El mismo James Monroe el 2 de diciembre de 1823 lanzó la idea que germinó s tarde en la Doctrina Monroe, la cual era una barrera que cerraba el paso a las potencias colonialistas europeas y a la penetración de sistemas políticos extraños. Los fundadores del estado nacional norteamericano crearon un proyecto pensando que el sistema se extendiera al mundo entero y en sus inicios se apoyaron en cuatro factores básicos, que permitieron el equilibrio de poderes en el marco democrático representativo y no se permitiera agudas disputas fratricidas entre los distintos sectores de la burguesía que condenaran a esta sociedad al fracaso: Frente al proteccionismo, al gobierno imperial, al aislacionismo y el elitismo muy en práctica en los gobiernos europeos, moldearon un esquema programático: Libre cambismo, gobierno limitado, destino imperial y espíritu democrático. Estos factores fueron el pivote fundacional de la sociedad norteamericana, la base operativa ideológica y territorial sobre la que se sustentaron los nacientes Estados Unidos a finales del siglo XVII (las trece colonias), comenzó a expandirse gradualmente a través de compras territoriales y guerras de rapiña, como el caso de la guerra contra México.
                Al finalizar la guerra de secesión, se aprecia un proceso interno, en el que la sociedad norteamericana articula sus corrientes políticas, y económicas Y es hasta la década de los 80´s del siglo XVIII en que se vislumbra de forma nítida el expansionismo político-económico de los Estados Unidos. Se celebran dos conferencias significativas en esa época: La conferencia Panamericana de Washington (1889) y la conferencia Monetaria Americana de Montevideo (1933). En ellas se diseñó la política de intervención y penetración en la vida de las sociedades latinoamericanas, cuyo tema central fue la imposición a estas de responder con un rotundo no a la relación con Europa, procurandose los Estados Unidos, garantizar mercados seguros para sus productos, inversión de capital y materias primas baratas y fáciles de obtener.
                Antecedentes Socialistas
En 1917 el imperio ruso fue el primero en caer a consecuencia de las repetidas derrotas militares y el Zar Nicolás II se vio obligado a abdicar. La revolución Rusa, para los países del bloque oriental, tuvo una importancia similar al de la revolución Francesa, los partidos políticos de oposición al Zarismo escenificaron varios movimientos  insurreccionales, aún que vale la pena aclarar que no todos fueron de corte popular socialista, pues las diferentes agendas de los partidos de oposición (PSR, POSDR y KADETE) actuaban bajo una irreconciliable inconexión de intereses de clase.  “Marx había argumentado que la revolución comunista, en la que la clase obrera explotada de las industrias se uniría y se revelaría contra sus patronos capitalistas, aboliendo la propiedad privada y creando una <<sociedad sin clases>>, era más probable que se produjese en países con una clase obrera numerosa, como Alemania, Gran Bretaña, Bélgica y Holanda. De hecho, para muchos marxistas, el campesinado era una fuerza reaccionaria” (Brigs 2000, p. 231) pero Lenin decidió que la formula sería una dictadura revolucionaria del proletariado y los campesinos más pobres y el surgimiento y empoderamiento de los Soviets sobre el gobierno provisional, se presentó como una alternativa a la distribución y ejercicio del poder.
            La revolución Rusa plantea la prohibición del trabajo asalariado y la compra-venta de la tierra, pero no el usufructo de la misma. Y para llevar a cabo estas reformas radicales en un mundo acostumbrado a la explotación del hombre por el hombre mismo, fue necesaria la implantación del Comunismo de guerra de 1912 a 1921, este se creó porque no había otra alternativa, es decir, como una medida pragmática para solucionar las necesidades del ejército rojo: Nacionalización de la tierra y la industria; control obrero; distribución igualitaria del producto del intercambio de bienes; requisa de cosechas; centralización y control del poder; Prohibición de toda oposición al partido Socialista. Se echaba a andar la construcción de un nuevo imperio Soviético basado en una gran cantidad de medidas coercitivas a las libertades individuales tan valoradas desde Occidente. De hecho Lenin construye su concepción de imperialismo de la siguiente forma:
Las luchas de clases se expresan en el reparto del mundo y la lucha por el nuevo reparto
Las necesidades del proceso de acumulación generan las necesidades de exportación de capitales así como la importación de materias primarias baratas
La demanda de financiamiento productivo, deviene en la concentración bancaria y esto a su vez en el capital financiero controlado
            Para Hobsbawm al fin de la guerra la URRS “se encontraba en ruinas, desangrada y exhausta, con una economía civil hecha trizas y un gobierno que desconfiaba de una población gran parte de la cual, fuera de Rusia, había mostrado una clara y comprensible falta de adhesión al régimen.(Hobsbawm 1995, p.236)
                El enfriamiento de las relaciones
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y con el surgimiento del campo socialista en la escena económica internacional, se abre un nuevo periodo en las relaciones mundiales en donde la lucha de clases se internacionaliza en forma aguda y se ve expresada en la oposición de los bloques Este-Oeste. A opinión de Hobsbawm, en 1945 era inminente el fin de los imperios coloniales de Occidente en Asia, este fue el escenario de competencia por conseguir apoyo e influencia a favor de alguna de las superpotencias, aun cuando la URSS no deseaba que los comunistas chinos se hicieran con el poder, “el <<bando comunista>> no presentó síntomas de expansión significativa entre la revolución china y los años setenta, cuando la China comunista ya no formaba parte del mismo” (Hobsbawm 1995, p.232). Con la conformación de la OTAN, presumiblemente para garantizar la paz post conflicto, se configura el bloque occidental que escenificará la Guerra Fría, con Estados Unidos a la cabeza
“La alianza del Atlántico Norte (OTAN), tenía carácter militar y fue constituida en abril de 1949 por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Italia, Bélgica, Holanda Luxemburgo, Portugal, Noruega, Dinamarca e Islandia. Estaba dirigida a organizar la defensa colectiva de los países firmantes. Años después se integraron Grecia y Turquía (1952), la República Federal Alemana (1954) y finalmente, España (1981)” (Villares, 2001, p. 324)
Tras la aparente salvación del capitalismo en Estados Unidos, mediante el New Deal; y la política económica keynesiana, “al acabar la guerra los países beligerantes, con la excepción de los Estados Unidos, eran mundos en ruinas habitados por lo que a los norteamericanos les parecían poblaciones hambrientas, desesperadas y tal vez radicalizadas, predispuestas a prestar oído a los cantos de sirena de la revolución social y de políticas económicas incompatibles con el sistema internacional de libertad de empresa, libre mercado y libertad de movimiento de capitales que había de salvar a los Estados Unidos y al mundo.” (Hobsbawm 1995, p.234) Se abre así una nueva perspectiva política hacia el mundo. Franklin Roosvelt tenía como política la búsqueda de soluciones viables a través de la diplomacia ofensiva, allí donde los conflictos fueran candentes como en el caso de la Revolución del 33 en Cuba: Menguar la izquierda, con la utilización de las fuerzas de centro derecha tratando de evitar por todos los medios el empleo de marines salvo en casos muy críticos o especiales.
                Así comienza la guerra Fría a nivel mundial e interno en los países capitalistas, el concepto de seguridad nacional traspasa los límites de Estado-Nación y abarca áreas y continentes enteros, cada bloque en pugna, arguye planteamientos distintos; según las concepciones político-ideológicas que sustenta cada régimen socioeconómico.
La singularidad de la guerra fría estribaba en que, objetivamente hablando, no había ningún peligro inminente de guerra mundial. Más aún: pese a la retórica apocalíptica de ambos bandos, sobre todo del lado norteamericano, los gobiernos de ambas superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecido al final de la segunda guerra mundial, lo que suponía un equilibrio de poderes muy desigual pero indiscutido. La URSS dominaba o ejercía una influencia preponderante en una parte del globo: la zona ocupada por el ejército rojo y otras fuerzas armadas comunistas al final de la guerra, sin intentar extender más allá su esfera de influencia por la fuerza de las armas. Los Estados Unidos controlaban y dominaban el resto del mundo capitalista, además del hemisferio occidental y los océanos, asumiendo los restos de la vieja hegemonía imperial de las antiguas potencias coloniales. En contrapartida, no intervenían en la zona aceptada como de hegemonía soviética. (Hobsbawm 1995, p.231)
                Esta oposición de política de bloques conformada por el antagonismo no reconciliable de ideologías distintas, abre un camino emulativo en el plano político, ideológico económico y militar último aspecto que destaca por su acelerada carrera armamentista por alcanzar la supremacía militar
            Con vista a la aplicación y ejecución de una política de gran potencia los Estados Unidos inician desde el fin de la Segunda Guerra Mundial el chantaje nuclear, como estrategia ideológico-política de contención al comunismo de donde se derivan varias doctrinas geopolíticas “Generaciones enteras crecieron bajo la amenaza de un conflicto nuclear global que, tal como creían muchos, podía estelar en cualquier momento arrasar a la humanidad” (Hobsbawm 1995, p.230)
            El campo socialista se ve obligado ante este nuevo fenómeno a aumentar su capacidad militar defensiva y a la vez a llegar a una paridad militar de fuerzas en el orden estratégico que sea capaz de garantizar sus fronteras, reivindicando a su vez su propio concepto de seguridad nacional. “Una vez que la URSS se hizo con armas nucleares cuatro años después de Hiroshima en el caso de la bomba atómica (1949), nueve meses después de los Estados Unidos en el de la bomba de hidrógeno (1953)—, ambas superpotencias dejaron de utilizar la guerra como arma política en sus relaciones mutuas, pues era el equivalente de un pacto suicida.” (Hobsbawm 1995, p.230) Queda claro que para Hobsbawm la acelerada carrera armamentista de la URSS corresponde a la provocación que el exagerado arsenal estadounidense representaba, e incluso se puede hacer una lectura que le calificaría de no expansionista: “la URSS ni era expansionista menos aún agresiva— ni contaba con extender el avance del comunismo más allá de lo que se supone se había acordado en las cumbres de 1943-1945. De hecho, allí en donde la URSS controlaba regímenes y movimientos comunistas satélites, éstos tenían el compromiso específico de no construir estados según el modelo de la URSS, sino economías mixtas con democracias parlamentarias pluripartidistas, muy diferentes de la «dictadura del proletariado» y «más aún» de la de un partido único, descritas en documentos internos del partido comunista como «ni útiles ni necesarias» (Spriano, 1983, p. 265; citado por Hobsbawm), para Hobsbawm, la postura de la URRS no era ofensiva sino defensiva.
            A mediados de los setenta la situación mundial era razonablemente estable hasta que el sistema internacional entro en otro prolongado período de crisis política y económica. Las superpotencias habían aceptado el reparto desigual del mundo, hecho esfuerzos por resolver las disputas sobre sus zonas de influencia sin confrontaciones abiertas que pudiese derivar en una guerra e incluso habían demostrado los hechos contra el discurso de la Guerra Fría que la coexistencia pacífica entre ambas era posible, confiando en la moderación de sus dirigentes, aun cuando en varias ocasiones estuvieron oficialmente a punto de entrar en guerra. Durante la guerra de Corea de 1950-1953, participaron oficialmente los norteamericanos, pero no los rusos “Washington sabía perfectamente que unos 150 aviones chinos eran en realidad aviones soviéticos pilotados por aviadores soviéticos
(Walker, 1993, pp. 75). Durante la crisis de los misiles de 1962 en Cuba, la principal preocupación de ambos bandos fue evitar que se malinterpretaran gestos hostiles como preparativos bélicos reales.
Mapa que muestra la influencia de ambos bandos a escala global Fuente: Autor desconocido
            Al cerrarse la red de acero de la Guerra fría sobre el planeta, los países que tenían libertad de acción quisieron mantenerse al margen de los dos sistemas de alianzas de lo que suponían la tercera guerra mundial. Los Estados Unidos habían abandonado su tradición anticolonialista de la noche a la mañana después de que el mundo quedase dividido y buscaban aliados entre los elementos más conservadores del tercer mundo: Irak (antes de la revolución de 1958), Turquía, Pakistán e Irán, que constituyeron la Organización del Tratado Central (CENTO); Pakistán, Filipinas y Tailandia, que formaron la Organización del Tratado del Sureste Asiático (SEATO), ambas pensadas para completar el sistema militar antisoviético cuyo pilar principal era la OTAN. Cuando el grupo afroasiático de los no alineados se convirtió en tricontinental tras la revolución cubana de 1959, sus miembros latinoamericanos se reclutaron entre las repúblicas del hemisferio occidental menos allegadas al «gran hermano del norte». No obstante, a diferencia de los simpatizantes de los Estados Unidos en el tercer mundo, que podían unirse a sistema occidental de alianzas, los estados no comunistas no tenían intención alguna de verse involucrados en una confrontación mundial entre las superpotencias, ya que, como demostraron las guerras de Corea y Vietnam y la crisis de los misiles cubanos, estaban en la primera línea potencial del conflicto. Cuanto más estable fuesen las fronteras Europeas, más probable era que llegada la hora de las armas y las bombas, éstas se cebasen en las los territorios de Asia, África o América Latina.
Etapas de la guerra fría
Primera etapa
Segunda etapa
Tercera etapa
Máxima tensión (1947 a 1953)
Fin de monopolio nuclear de Estados Unidos
Reagan presidente de EUA 1981
Crisis de Berlín 1947
Muerte de Stalin 1953
Gorbachov presidente de la URSS 1985
Guerra de Corea 1950-1953
Elección Dwight D. Eisenhower Presidente de los Estados Unidos (1953-1961)
Perestroika y Glásnost

Guerra de Vietnam 1975
Disolución del bloque socialista 1989
Fuente: Elaboración propia, con base a la calendarización de Villares y Bahamonde

            KGB VS CIA
En pleno conflicto ideológico surgen dos figuras que por su propia naturaleza se envuelven de un halo de suspenso, que en el imaginario colectivo se les tiene como maestras del espionaje, el sabotaje, la guerra económica y la guerra psicológica. Ambas agencias de inteligencia participaron activamente en operaciones encubiertas durante los cuarenta y cinco años que duró el conflicto. Aún que en este tema observamos posturas diferentes entre ambos autores analizados.
La guerra fría, que sí procuraba estar a la altura de su propia retórica de lucha por la supremacía o por la aniquilación, no era un enfrentamiento en el que las decisiones fundamentales las tomaban los gobiernos, sino la sorda rivalidad entre los distintos servicios secretos reconocidos y por reconocer, que en Occidente produjo el fruto más característico de la tensión internacional: las novelas de espionaje y de asesinatos encubiertos. En este género, los británicos, gracias al James Bond de Ian Fleming y a los héroes agridulces de John Le Carré —ambos habían trabajado por un tiempo en los servicios secretos británicos, mantuvieron la primacía, compensando así el declive de su país en el mundo del poder real. No obstante, con la excepción de lo sucedido en algunos de los países más débiles del tercer mundo, las operaciones del KGB, la CIA y semejantes fueron desdeñables en términos de poder político real, por teatrales que resultasen a menudo. (Hobsbawm 1995, p.232)
            Desde la visión de Hobsbawm, la danza de espionaje y contraespionaje protagonizada por ambas agencias de inteligencia y que a muchos fascina, se encuentra más en el campo de la ficción literaria y cinematográfica, pero afirma que “el anticomunismo era auténtica y visceralmente popular en un país basado en el individualismo y en la empresa privada, cuya definición nacional se daba en unos parámetros exclusivamente ideológicos («americanismo») que podían considerarse prácticamente el polo opuesto al comunismo“ (Hobsbawm 1995, p.239)
            Una Comunidad Europea
La guerra fría repercutió fuertemente sobre la política internacional de Europa al grado de que impulsa la creación de la Comunidad Europea: forma de organización política sin precedentes, como un organismo de larga duración que pretende integrar las economías y los sistemas legales de varios estados en la región, formada al principio en 1957 por Francia, República Federal de Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, pero que a finales del siglo XX cuando los productos de la guerra fría se tambaleaban, se adhirieron seis países más: Gran Bretaña, Irlanda, España, Portugal, Dinamarca y Grecia. Esto personalmente parece de fundamental importancia para comprender el devenir de la configuración regional en la actualidad.
            El periodo de Distensión
A principio de los años sesenta las tensiones de la guerra fría que desde 1947 con la guerra de Corea habían transcurrido sin una conflagración global, aún cuando se esperaba lo peor tras la muerte de Stalin en 1953, Europa occidental se dio cuenta de que estaban viviendo una época de prosperidad inesperada. “N. S. Kruschev estableció su supremacía en la URSS después de los zafarranchos postestalinistas (1958-1964). Este admirable diamante en bruto, que creía en la reforma y en la coexistencia pacífica, y que, por cierto, vació los campos de concentración de Stalin… Sin embargo, la distensión tuvo que sobrevivir primero a lo que pareció una etapa de confrontaciones de una tensión insólita entre la afición de Kruschev a las fanfarronadas y a las decisiones impulsivas y la política de grandes gestos de John F. Kennedy (1960- 1963), el presidente norteamericano más sobrevalorado de este siglo” (Hobsbawm 1995, p.239) Durante este periodo se instaló el mítico teléfono rojo: Una línea de comunicación directa entre el Kremlin y la Casa Blanca.
Entre 1977 y 1985 el mundo asistió a un rebote de la guerra fría cimentado en nuevas tensiones y en el incremento de la carrera de armamentos, sobre todo en su vertiente nuclear. La estrategia soviética persiguió alcanzar la hegemonía militar. en 1977 la URSS desplegó por su territorio europeo y asiático los misiles SS-20 de 5000 kilómetros de alcance y provistos de tres cabezas nucleares; esto suponía la amenaza directa a los territorios de Europa occidental. Al mismo tiempo creció su presencia en el Tercer Mundo: sus intervenciones en Etiopía, Angola, Mozambique y especialmente Afganistán son los casos más representativos” (Villares, 2001, p. 337)
Queda claro que para Villares, a diferencia de la ya comentada visión de Hobsbawm; la URSS si pretendió una política expansionista de ofensiva en el asunto armamentista, sobre todo en esta segunda etapa del conflicto.
            Tanto para Villares como para Hobsbawm, las intervenciones militares en Vietnam y Oriente medio, debilitaron la postura de Estados Unidos y entre 1974 y 1979 surgió una nueva oleada de revoluciones en el mundo, una serie de regímenes africanos, asiáticos y americanos se comulgaron con el bando soviético facilitando a la URSS bases militares. “La coincidencia de esta tercera oleada de revoluciones mundiales con el fracaso y derrota públicos de los norteamericanos fue lo que engendró la segunda guerra fría(Hobsbawm 1995, p.249), que la URSS no continuara en su confinamiento regional era una prueba fehaciente de que la supremacía occidental se vería comprometida si no se reafirmaba mediante el uso de la fuerza militar. La política de Ronald Reagan, pretendía negar esa humillación demostrando la supremacía incontestable de los Estados Unidos con la invasión de la isla de Granada en 1983, el ataque contra Libia en 1986 y la invasión de Panamá en 1989. Así Reagan no sólo arremetía contra el «imperio del mal», sino que veía con desconfianza a aquellos dirigentes que practicaban las políticas del estado del bienestar y recrudecía las políticas intervencionistas en el Tercer Mundo.
            Fin de la Guerra Fría
Para HobsbawmLa guerra fría acabó cuando una de las superpotencias, o ambas, reconocieron lo siniestro y absurdo de la carrera de armamentos atómicos, y cuando una, o ambas, aceptaron que la otra deseaba sinceramente acabar con esa carrera. (Hobsbawm 1995, p.253), mientras que para Villares, “El fin de la guerra fría, en definitiva, es fruto del desplome del sistema soviético” (Villares, 2001, p. 338), aún que reconoce otras variables como la insostenibilidad de la costosa carrera armamentista que bloqueaba el avance económico para ambas partes, aún que como bien apunta, paradójicamente fue el periodo en que el impulso a los avances científicos y técnicos plantea los cimientos de muchos de los beneficios tecnológicos que ahora disfrutamos.
           
Referencias
Briggs, Asa. Capítulo VI. Una guerra civil europea, 1914-1918. En: Historia contemporánea de Europa 1789 – 1989, Barcelona, Crítica, 2000
Hobsbawm, Eric. Capítulo VII. La Guerra Fría. En: Historia del siglo XX. España: Crítica (Series: Mayor), 1998

Villares, Ramón y Angel Bahamonde. Capítulo 11. La Guerra Fría. En: El mundo contemporáneo. Madrid: Taurus (Series: Pensamiento), 2001.