Para efectos
del presente texto, trataré de confrontar la visión de historiadores de la
talla de Eric Hobsbawm y Ramón Villares; ambos editaron sendas
obras sobre el acontecer histórico mundial del siglo XX en las que dedican de
manera monográfica capítulos específicos para tratar de explicar el periodo
conocido como la Guerra Fría. Periodo que a mi entender puede servir a los
estudiosos de la historia contemporánea para tratar de comprender las causas de
muchos de los problemas económicos, sociales y políticos contemporáneos. En los
textos contrastados, Ramón Villares y Ángel Bahamonde elaboran una narrativa puntual del
acontecer histórico del siglo
XX con un
declarado afán de
divulgación, mientras que Hobsbawm plantea un análisis crítico de los acontecimientos,
aún que en varias ocasiones no muestra reparo en emitir juicios de valor y
lanzar calificativos sobre los sucesos y actuaciones de los principales
protagonistas. El ejercicio de oposición resulta interesante puesto que se obtiene
un grado de complementariedad narrativa y analítica entre ambas visiones de un
mismo hecho histórico.
Nuestra visión del mundo se ha transformando de un modo radical
en los últimos años, los avances en materia de las tecnologías comunicacionales
ahora nos dan la falsa impresión de que las fronteras geográficas se diluyen en
secuencias binarias que fluyen en libertad alrededor del orbe y solo basta que
nos decidamos a tomar parte en esta fiesta cosmopolita para acreditarnos como
ciudadanos del mundo civilizado. Transitamos de la aldea rural a una aldea global,
caracterizada por un extraordinario desarrollo tecnológico y de
globalización económica,
muchas de las limitaciones que en el siglo XX nos imponía el espacio y el
tiempo han sido superadas, pues desde finales del corto siglo pasado nos
hallamos en el camino de una nueva civilización, claramente diferente a la forjada por la sociedad industrial de
principios del siglo XIX. Pero no siempre fue así; si en 1919 la humanidad
comprendió que los conflictos bélicos podían extenderse hacia múltiples
fronteras y que la capacidad letal de los ejércitos en disputa se había
incrementado exponencialmente gracias al desarrollo de la industria balística;
en 1940 nos quedó muy claro que somos capaces de acabar con la vida de millones
de seres vivos a miles de kilómetros de distancia y con una inversión de
recursos relativamente pequeños. Pero fue durante el periodo que los
historiadores reconocen como de postguerra, cuando las
fronteras ideológicas
imaginarias configuraron y enfrentaron dos grandes
bloques con sistemas económicos y sociales opuestos.
El concepto
Walter Litman
popularizó el concepto
de Guerra Fría para referirse a las relaciones internacionales en escala
global, desde 1947 hasta la década de los 90´s, mientras que Winston Churchill prefería usar el término “El
telón de acero“: conceptos que comprendían estas
línea
imaginarias de los bloques antagónicos
de ideología
económica
y las relaciones globales entre sí. En los años 50 ya estaban
configurados estos
dos grandes bloques
ideológicos a nivel mundial: Capitalismo vs Comunismo. Mientras el resto del
mundo se autoproclamaba como no alineado pero su accionar
político, social y
económico estaba condicionado por la evolución de las
relaciones entre las superpotencias. (Villares, 2001, p. 317)
Al respecto Hobsbawm
dedica pocas líneas
definitorias: “el enfrentamiento constante de las dos superpotencias surgidas
de la segunda guerra mundial, la denominada <<guerra fría>>” (Hobsbawm 1995, p.230). Pero en varias ocasiones no duda en
calificar de absurda la creencia occidental de que con el triunfo de los
aliados en la gran guerra, la era de las catástrofes no se había acabado y que
el futuro de la sociedad liberal continuaba en peligro
Lo anterior llevó al mundo a un estado de tensión permanente con conflictos localizados lejos de los espacios neurálgicos de las dos superpotencias ideológicas, por un
lado los Estados unidos de Norteamérica y por el otro la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas. Esto, alteró sensiblemente el tejido social, económico y político del conjunto de países que formaban la sociedad internacional, así
como instigó el terror psicológico a la amenaza nuclear y el odio al enemigo.
Antecedentes
Norteamericanos
Los padres de
la nación norteamericana, especialmente Thomas Jefferson; esbozaron
un tipo ideal de
sociedad norteamericana que
permitiría
más tarde
realizar el sueño de los fundadores de los Estados Unidos y sus predecesores.
El mismo James Monroe el 2 de diciembre de 1823 lanzó la idea que germinó más tarde en la Doctrina Monroe, la cual era una
barrera que cerraba el paso a las potencias colonialistas europeas y a la
penetración de sistemas políticos extraños.
Los fundadores del estado nacional norteamericano crearon un proyecto pensando
que el sistema se extendiera al mundo entero y en sus inicios se apoyaron en
cuatro factores básicos, que permitieron el equilibrio de poderes en
el marco democrático representativo y no se permitiera agudas
disputas fratricidas entre los distintos sectores de la burguesía que condenaran a esta sociedad al fracaso: Frente
al proteccionismo, al gobierno imperial, al aislacionismo y el elitismo muy en
práctica en los gobiernos europeos, moldearon un
esquema programático: Libre cambismo, gobierno limitado, destino
imperial y espíritu
democrático. Estos factores fueron el pivote fundacional de
la sociedad norteamericana, la
base operativa ideológica
y territorial sobre la que se sustentaron los nacientes Estados Unidos a
finales del siglo XVII (las trece colonias), comenzó a expandirse gradualmente a
través de compras territoriales y guerras de rapiña, como
el caso de la guerra contra México.
Al finalizar la guerra de secesión, se aprecia un
proceso interno, en el que la sociedad norteamericana articula sus corrientes
políticas, y económicas Y es hasta la década de los 80´s del siglo
XVIII en que se vislumbra de forma nítida el
expansionismo político-económico
de los Estados Unidos. Se celebran dos conferencias significativas en esa época: La
conferencia Panamericana de Washington (1889) y la conferencia Monetaria
Americana de Montevideo (1933). En ellas se
diseñó
la política de
intervención y penetración en la vida de las sociedades latinoamericanas, cuyo
tema central fue la imposición a estas de responder con un rotundo no a la relación con Europa, procurandose los Estados Unidos, garantizar mercados seguros para sus
productos, inversión de capital y materias primas baratas y fáciles de
obtener.
Antecedentes Socialistas
En 1917 el imperio ruso fue el primero en caer a
consecuencia de las repetidas derrotas militares y el Zar Nicolás II se vio
obligado a abdicar. La revolución Rusa, para los países del bloque oriental,
tuvo una importancia similar al de la revolución Francesa, los partidos
políticos de oposición al Zarismo escenificaron varios movimientos insurreccionales, aún que vale la pena
aclarar que no todos fueron de corte popular socialista, pues las diferentes agendas de los partidos de oposición (PSR, POSDR y
KADETE) actuaban bajo una irreconciliable inconexión de intereses de clase. “Marx había argumentado que la revolución
comunista, en la que la clase obrera explotada de las industrias se uniría y se
revelaría contra sus patronos capitalistas, aboliendo la
propiedad privada y creando una <<sociedad sin clases>>, era más
probable que se produjese en países con una clase obrera numerosa, como
Alemania, Gran Bretaña, Bélgica y Holanda. De hecho, para muchos marxistas, el
campesinado era una fuerza reaccionaria” (Brigs 2000, p. 231) pero Lenin
decidió que la formula sería una dictadura revolucionaria del proletariado y
los campesinos más pobres y el surgimiento y empoderamiento de los Soviets
sobre el gobierno provisional, se presentó como una alternativa a la
distribución y ejercicio del poder.
La
revolución Rusa plantea la prohibición del trabajo asalariado y la
compra-venta de la tierra, pero no el usufructo de la misma. Y para llevar a
cabo estas reformas radicales en un mundo acostumbrado a la explotación del
hombre por el hombre mismo, fue necesaria la implantación del Comunismo de guerra de 1912 a 1921, este se creó porque
no había otra alternativa, es decir, como una medida pragmática para solucionar
las necesidades del ejército rojo: Nacionalización de la tierra y la industria;
control obrero; distribución igualitaria del producto del intercambio de
bienes; requisa de cosechas; centralización y control del poder; Prohibición de
toda oposición al partido Socialista. Se echaba a andar la construcción de un
nuevo imperio Soviético basado en una gran cantidad de medidas coercitivas a
las libertades individuales tan valoradas desde Occidente. De hecho Lenin
construye su concepción de imperialismo de la siguiente forma:
Las
luchas de clases se expresan en el reparto del mundo y la lucha por el nuevo
reparto
|
Las
necesidades del proceso de acumulación generan las necesidades de exportación
de capitales así como la importación de materias primarias baratas
|
La
demanda de financiamiento productivo, deviene en la concentración bancaria y
esto a su vez en el capital financiero controlado
|
Para Hobsbawm al fin de la guerra la URRS “se encontraba en
ruinas, desangrada y exhausta, con una economía civil hecha trizas y un gobierno que desconfiaba
de una población gran parte de la cual, fuera de Rusia, había mostrado una clara y comprensible falta de
adhesión al régimen.” (Hobsbawm 1995, p.236)
El enfriamiento de las relaciones
Al finalizar
la Segunda Guerra Mundial, y con el surgimiento del campo socialista en la
escena económica internacional, se abre un nuevo periodo en las relaciones mundiales
en donde la lucha de clases se internacionaliza en forma aguda y se ve
expresada en la oposición de los bloques Este-Oeste. A opinión de Hobsbawm, en 1945 era inminente el fin de los imperios
coloniales de Occidente en Asia, este fue el escenario de competencia por
conseguir apoyo e influencia a favor de alguna de las superpotencias, aun
cuando la URSS no deseaba que los comunistas chinos se hicieran con el poder,
“el <<bando comunista>> no presentó síntomas de expansión
significativa entre la revolución china y los años setenta, cuando la China
comunista ya no formaba parte del mismo” (Hobsbawm 1995, p.232). Con la conformación de la OTAN,
presumiblemente para garantizar la paz post conflicto, se configura el bloque
occidental que escenificará la Guerra Fría, con Estados Unidos a la cabeza
“La alianza del Atlántico
Norte (OTAN), tenía carácter militar y fue constituida en abril de 1949 por
Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Canadá, Italia, Bélgica, Holanda
Luxemburgo, Portugal, Noruega, Dinamarca e Islandia. Estaba dirigida a
organizar la defensa colectiva de los países firmantes. Años después se
integraron Grecia y Turquía (1952), la República Federal Alemana (1954) y
finalmente, España (1981)” (Villares,
2001, p. 324)
Tras
la aparente salvación del capitalismo en Estados Unidos, mediante el New Deal;
y la política económica
keynesiana, “al acabar la guerra los países
beligerantes, con la excepción de los Estados Unidos, eran mundos en ruinas
habitados por lo que a los norteamericanos les parecían poblaciones
hambrientas, desesperadas y tal vez radicalizadas, predispuestas a prestar oído a los
cantos de sirena de la revolución social y de políticas económicas
incompatibles con el sistema internacional de libertad de empresa, libre
mercado y libertad de movimiento de capitales que había de salvar a
los Estados Unidos y al mundo.”
(Hobsbawm 1995, p.234) Se abre así
una nueva perspectiva política hacia el
mundo. Franklin Roosvelt tenía como política la búsqueda de
soluciones viables a través de la diplomacia ofensiva, allí
donde
los conflictos fueran candentes como en el caso de la Revolución del 33 en
Cuba: Menguar la izquierda, con la utilización de las fuerzas de centro derecha
tratando de evitar por todos los medios el empleo de marines salvo en casos muy
críticos o especiales.
Así comienza la guerra Fría a nivel mundial e interno en
los países
capitalistas, el concepto de seguridad nacional traspasa los límites de
Estado-Nación y abarca áreas y
continentes enteros, cada bloque en pugna, arguye planteamientos distintos; según las
concepciones político-ideológicas que sustenta
cada régimen
socioeconómico.
La
singularidad de la guerra fría estribaba en que, objetivamente hablando, no
había ningún peligro inminente de guerra mundial. Más aún:
pese a la retórica apocalíptica
de ambos bandos, sobre todo del lado norteamericano, los gobiernos de ambas
superpotencias aceptaron el reparto global de fuerzas establecido al final de
la segunda guerra mundial, lo que suponía un equilibrio de poderes muy desigual
pero indiscutido. La URSS dominaba o ejercía una influencia preponderante en
una parte del globo: la zona ocupada por el ejército rojo y
otras fuerzas armadas comunistas al final de la guerra, sin intentar extender
más allá
su esfera de influencia por la fuerza de las armas. Los Estados Unidos
controlaban y dominaban el resto del mundo capitalista, además del hemisferio
occidental y los océanos, asumiendo los restos de la
vieja hegemonía imperial de las antiguas potencias coloniales. En
contrapartida, no intervenían en la zona aceptada como de hegemonía soviética.
(Hobsbawm 1995, p.231)
Esta oposición de política de
bloques conformada por el antagonismo no reconciliable de ideologías distintas, abre
un camino emulativo en el plano político, ideológico económico y
militar último aspecto que destaca por su acelerada carrera armamentista por
alcanzar la supremacía militar
Con vista a la aplicación y ejecución de una política de gran potencia los Estados Unidos inician
desde el fin de la Segunda Guerra Mundial el chantaje nuclear, como estrategia
ideológico-política de contención al comunismo de donde se derivan
varias doctrinas geopolíticas “Generaciones
enteras crecieron bajo la amenaza de un conflicto nuclear global que, tal como
creían muchos, podía estelar en cualquier momento arrasar a la humanidad”
(Hobsbawm 1995, p.230)
El campo socialista se ve obligado ante este nuevo
fenómeno a aumentar su capacidad militar defensiva y a la vez a llegar a una
paridad militar de fuerzas en el orden estratégico
que sea capaz de garantizar sus fronteras, reivindicando a su vez su propio
concepto de seguridad nacional. “Una vez que la URSS se hizo con armas
nucleares —cuatro
años después de Hiroshima en el caso de la bomba atómica
(1949), nueve meses después de los Estados Unidos en el de la bomba de hidrógeno
(1953)—, ambas
superpotencias dejaron de utilizar la guerra como arma política en sus relaciones mutuas, pues era el
equivalente de un pacto suicida.” (Hobsbawm 1995, p.230) Queda claro que para Hobsbawm la acelerada carrera armamentista de la URSS
corresponde a la provocación que el exagerado arsenal estadounidense
representaba, e incluso se puede hacer una lectura que le calificaría de no
expansionista: “la URSS ni era expansionista —menos aún agresiva— ni contaba con extender el avance del comunismo más
allá de lo que se
supone se había
acordado en las cumbres de 1943-1945. De hecho, allí
en donde la URSS
controlaba regímenes
y movimientos comunistas satélites,
éstos tenían el compromiso específico de no construir estados según el modelo de la URSS, sino economías mixtas con democracias parlamentarias
pluripartidistas, muy diferentes de la «dictadura del
proletariado» y
«más aún» de
la de un partido único, descritas en documentos internos del partido
comunista como «ni útiles ni necesarias»” (Spriano, 1983, p. 265; citado por Hobsbawm), para Hobsbawm, la postura de la URRS no era ofensiva sino
defensiva.
A mediados de los setenta la
situación mundial era
razonablemente estable hasta que el sistema internacional entro en otro
prolongado período
de crisis política
y económica. Las superpotencias habían aceptado el reparto desigual del mundo, hecho
esfuerzos por resolver las disputas sobre sus zonas de influencia sin
confrontaciones abiertas que pudiese derivar en una guerra e
incluso habían demostrado los hechos contra el discurso de la Guerra Fría que
la coexistencia pacífica entre ambas era posible, confiando
en la moderación de sus dirigentes, aun cuando en varias ocasiones estuvieron oficialmente a punto de
entrar en guerra. Durante la guerra de Corea de 1950-1953,
participaron oficialmente los norteamericanos, pero no los rusos “Washington
sabía
perfectamente que unos 150 aviones chinos eran en realidad aviones soviéticos
pilotados por aviadores soviéticos”
(Walker, 1993, pp. 75). Durante la crisis de los misiles de 1962 en Cuba, la principal preocupación de ambos bandos fue evitar que se malinterpretaran gestos hostiles como preparativos bélicos reales.
(Walker, 1993, pp. 75). Durante la crisis de los misiles de 1962 en Cuba, la principal preocupación de ambos bandos fue evitar que se malinterpretaran gestos hostiles como preparativos bélicos reales.
Mapa que muestra la influencia de ambos
bandos a escala global Fuente: Autor desconocido
Al
cerrarse
la red de acero de la Guerra fría sobre el
planeta, los países que tenían libertad de
acción quisieron mantenerse al margen de los dos sistemas de alianzas de
lo
que suponían la tercera guerra mundial. Los Estados Unidos habían abandonado
su tradición anticolonialista de la noche a la mañana después de que el
mundo quedase dividido y buscaban aliados entre los elementos más
conservadores del tercer mundo: Irak (antes de la revolución de 1958), Turquía,
Pakistán e Irán, que
constituyeron la Organización del
Tratado
Central (CENTO); Pakistán, Filipinas y
Tailandia, que formaron la Organización del Tratado del Sureste Asiático (SEATO),
ambas pensadas para completar el sistema militar antisoviético cuyo
pilar principal era la OTAN. Cuando el grupo afroasiático de los no
alineados se convirtió en tricontinental tras la revolución cubana de 1959, sus
miembros latinoamericanos se reclutaron entre las repúblicas del
hemisferio occidental menos allegadas al «gran hermano del norte». No obstante,
a diferencia de los simpatizantes de los Estados Unidos en el tercer mundo, que
podían unirse a
sistema
occidental de alianzas, los estados no comunistas no tenían intención
alguna de verse involucrados en una confrontación mundial entre las
superpotencias, ya que, como demostraron las guerras de Corea y Vietnam y la
crisis de los misiles cubanos, estaban en la primera línea potencial
del conflicto. Cuanto más estable
fuesen las fronteras Europeas, más probable era
que llegada la hora de las armas y las bombas, éstas se
cebasen en las los territorios de Asia, África o América Latina.
Etapas de la guerra fría
Primera etapa
|
Segunda etapa
|
Tercera etapa
|
Máxima tensión (1947 a 1953)
|
Fin de monopolio nuclear de
Estados Unidos
|
Reagan presidente de EUA 1981
|
Crisis de Berlín 1947
|
Muerte de Stalin 1953
|
Gorbachov presidente de la URSS
1985
|
Guerra de Corea 1950-1953
|
Elección Dwight D. Eisenhower
Presidente de los Estados Unidos (1953-1961)
|
Perestroika y Glásnost
|
Guerra de Vietnam 1975
|
Disolución del bloque
socialista 1989
|
Fuente: Elaboración propia, con base a la
calendarización de Villares y Bahamonde
KGB VS CIA
En pleno
conflicto ideológico surgen dos figuras que por su propia naturaleza se
envuelven de un halo de suspenso, que en el imaginario colectivo se les tiene
como maestras del espionaje, el sabotaje, la guerra
económica y la guerra psicológica. Ambas agencias de inteligencia participaron
activamente en operaciones encubiertas durante los cuarenta y cinco años que
duró el conflicto. Aún que en este tema observamos posturas diferentes entre
ambos autores analizados.
La guerra fría, que sí
procuraba estar a la altura de su propia retórica de
lucha por la supremacía o por la aniquilación, no era un enfrentamiento en
el que las decisiones fundamentales las tomaban los gobiernos, sino la sorda
rivalidad entre los distintos servicios secretos reconocidos y por reconocer,
que en Occidente produjo el fruto más característico de la tensión internacional: las novelas de
espionaje y de asesinatos encubiertos. En este género, los británicos, gracias al James Bond de Ian Fleming y a los héroes
agridulces de John Le Carré —ambos habían trabajado por un tiempo en los servicios secretos británicos—, mantuvieron
la primacía, compensando así el declive de su país en el mundo
del poder real. No obstante, con la excepción de lo sucedido en algunos de los
países más débiles del tercer mundo, las operaciones del KGB, la
CIA y semejantes fueron desdeñables en términos de poder político real, por teatrales que resultasen a menudo. (Hobsbawm 1995,
p.232)
Desde la visión de Hobsbawm, la danza de espionaje y contraespionaje protagonizada
por ambas agencias de inteligencia y que a muchos fascina, se encuentra más en
el campo de la ficción literaria y cinematográfica, pero afirma que “el
anticomunismo era auténtica y visceralmente popular en un país basado en el individualismo y en la empresa
privada, cuya definición nacional se daba en unos parámetros exclusivamente ideológicos
(«americanismo») que podían considerarse prácticamente el polo opuesto al comunismo“ (Hobsbawm
1995, p.239)
Una Comunidad
Europea
La guerra fría repercutió
fuertemente sobre la política internacional de Europa al grado de que impulsa la creación de la Comunidad
Europea: forma de organización política sin precedentes, como un organismo de larga duración que pretende integrar las economías y los sistemas legales de varios estados
en la región, formada al principio en 1957 por Francia, República Federal de Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y
Luxemburgo, pero que a finales del siglo XX cuando los productos de la guerra
fría se tambaleaban, se adhirieron seis países
más: Gran Bretaña, Irlanda, España, Portugal, Dinamarca y Grecia. Esto personalmente parece de fundamental
importancia para comprender el devenir de la configuración regional en la
actualidad.
El periodo de
Distensión
A principio de
los años sesenta las tensiones de la
guerra fría que
desde 1947 con la guerra de Corea habían transcurrido sin una conflagración
global,
aún cuando se esperaba lo
peor tras la muerte de Stalin en 1953, Europa
occidental se dio cuenta
de que estaban viviendo una época de prosperidad inesperada. “N. S. Kruschev
estableció su supremacía en la URSS después
de los zafarranchos postestalinistas (1958-1964). Este admirable diamante en
bruto, que creía
en la reforma y en la coexistencia pacífica, y que, por cierto, vació los campos de
concentración de Stalin… Sin embargo, la distensión tuvo que sobrevivir
primero a lo que pareció una etapa de confrontaciones de una tensión insólita
entre la afición de Kruschev a las fanfarronadas y a las decisiones impulsivas
y la política de grandes gestos de John F. Kennedy (1960-
1963), el presidente norteamericano más sobrevalorado de este siglo” (Hobsbawm
1995, p.239) Durante este
periodo se instaló el mítico teléfono rojo: Una línea de comunicación directa
entre el Kremlin y la Casa Blanca.
Entre 1977 y 1985 el mundo asistió a un rebote de la
guerra fría cimentado en nuevas tensiones y en el incremento de la carrera de
armamentos, sobre todo en su vertiente nuclear. La estrategia soviética
persiguió alcanzar la hegemonía militar. en 1977 la URSS desplegó por su
territorio europeo y asiático los misiles SS-20 de 5000 kilómetros de alcance y
provistos de tres cabezas nucleares; esto suponía la amenaza directa a los
territorios de Europa occidental. Al mismo tiempo creció su presencia en el
Tercer Mundo: sus intervenciones en Etiopía, Angola, Mozambique y especialmente
Afganistán son los casos más representativos” (Villares, 2001, p. 337)
Queda claro
que para Villares, a diferencia de la ya comentada visión de Hobsbawm; la URSS si pretendió una política expansionista de
ofensiva en el asunto armamentista, sobre todo en esta segunda etapa del
conflicto.
Tanto para Villares como para Hobsbawm, las intervenciones militares en Vietnam y Oriente medio,
debilitaron la postura de Estados
Unidos y entre 1974
y 1979 surgió una nueva oleada de revoluciones en el mundo, una serie de regímenes africanos, asiáticos y
americanos se comulgaron con el
bando soviético facilitando a la URSS bases militares. “La coincidencia de esta tercera oleada
de revoluciones mundiales con el fracaso y derrota públicos de los norteamericanos fue lo que engendró la segunda guerra fría” (Hobsbawm 1995, p.249), que la URSS no continuara en su confinamiento
regional era una prueba fehaciente de que la supremacía occidental se vería comprometida si no se reafirmaba mediante el uso de la fuerza
militar. La
política de Ronald Reagan, pretendía negar esa humillación
demostrando la supremacía incontestable de los Estados Unidos con la invasión de la isla
de Granada en 1983, el ataque contra Libia en 1986 y la invasión de Panamá en 1989. Así Reagan no sólo arremetía contra el «imperio del
mal», sino que
veía con desconfianza a aquellos dirigentes que practicaban las políticas del
estado del bienestar y recrudecía las políticas intervencionistas en el Tercer
Mundo.
Fin de la
Guerra Fría
Para Hobsbawm “La
guerra fría
acabó cuando una de las superpotencias, o ambas, reconocieron lo siniestro y
absurdo de la carrera de armamentos atómicos, y cuando una, o ambas, aceptaron
que la otra deseaba sinceramente acabar con esa carrera. (Hobsbawm 1995, p.253), mientras que para Villares, “El fin de la guerra
fría, en definitiva, es fruto del desplome del sistema soviético” (Villares, 2001, p. 338), aún que reconoce otras variables como la
insostenibilidad de la costosa carrera armamentista que bloqueaba el avance
económico para ambas partes, aún que como bien apunta, paradójicamente fue el
periodo en que el impulso a los avances científicos y técnicos plantea los cimientos
de muchos de los beneficios tecnológicos que ahora disfrutamos.
Referencias
Briggs, Asa. Capítulo VI.
Una guerra civil europea,
1914-1918. En: Historia contemporánea de Europa 1789 – 1989, Barcelona, Crítica, 2000
Hobsbawm, Eric. Capítulo VII. La Guerra Fría. En: Historia del siglo
XX. España: Crítica
(Series: Mayor), 1998
Villares, Ramón y Angel Bahamonde. Capítulo 11. La Guerra Fría. En: El mundo contemporáneo. Madrid: Taurus (Series: Pensamiento), 2001.