martes, 15 de marzo de 2016

Reseña - Independencia y esclavitud en el periodo de transición de 1750 - 1850

Lombardi V., John. (2008) Independencia y esclavitud en el periodo de transición de 1750 - 1850. En: Historia general de América Latina. Teresa Rojas Rabiela, (directora). París, Francia: Editorial Trotta. Pp. 365 – 382
Lombardi parte de la premisa de que los historiadores son prisioneros de las estructuras jurídicas y burocráticas que producen y conservan las fuentes que sirven de base a su trabajo, así como de la escuela de pensamiento desde donde toman forma sus habilidades de interpretación histórica. Ejemplificando que mientras que para los hispanoamericanistas el interés en el estudio de las independencias de América Latina se centra en la formación de las identidades nacionales, para los historiadores de la escuela estadounidense, el centro de interés está en estudiar cómo los movimientos de independencia tienen su base en la declaración de independencia de 1776, el tratado de parís de 1783 y la convención constituyente de 1789, como un proceso de largo alcance, es decir lo que Lombardi llama el “paradigma norteamericano como referencia interpretativa”. Ante esto, plantea la interpretación de las independencias de América Latina, como una sólida continuidad de las estructuras económicas y sociales en los procesos de consolidación de las nuevas repúblicas independientes, pues para el autor, “el proceso independentista se orientó mucho más a cambiar la estructura y la autoridad para solucionar los conflictos, que a la solución directa de estos”, pues en ausencia de las instituciones coloniales los actores regionales, particularmente las élites criollas, compitieron por instaurarse como figuras de autoridad y la rivalidad entre ellos se orientó a controlar los dispositivos económicos que España había dejado en cada región; en vez de procurar la transformación de las estructuras básicas de las flamantes naciones, y así, al desaparecer las instituciones imperiales y los dispositivos jurídicos para la solución de conflictos; las élites regionales optaron por el empleo de la violencia organizada como método sucedáneo.

Los líderes independentistas aplicaron el método del caudillismo carismático que ofrecía formulaciones discursivas respecto al agravio histórico que la organización colonial llevó a cabo sobre la sociedad americana, fustigando a la rebelión, para imponer su propia autoridad investida de legitimidad colectiva. Pero las débiles instituciones propuestas por éstos, no eran capaces de soportar los conflictos subsecuentes y la inestabilidad económica resultante de los procesos bélicos, así las minorías rivales encontraban motivos para cuestionar dicha legitimidad y pugnar por un liderazgo alternativo en cabeza de otro caudillo. Por ello, para Lombardi “el débil proceso de consolidación institucional experimentó una rápida devaluación”, pues los grupos subordinados continuaban viviendo en un sistema socioeconómico estructurado por la tradición española, que las élites sólo modificaron en beneficio propio como la efectiva existencia del sistema esclavista reflejada en el alto precio y demanda de esclavos hasta bien entrado el siglo XIX, aún a pesar de la firme oposición internacional encabezada por la política abolicionista británica.

Así para Lombardi, la raza, los vínculos con la nobleza, la riqueza, los nexos por matrimonio, los éxitos militares, la educación o el rango religioso; determinaba la pertenecía a una categoría social y el disfrute de privilegios particulares en las nuevas repúblicas, tal y como habían funcionado en la estructura social de las antiguas colonias, aunque aclara, que España con esta división de clases no mantenía la colonia en beneficio de los americanos, ni pretendía forjar sistemas económicos de ámbito local exitosos, sino que sólo buscaba extraer la mayor plusvalía posible, pues cuando los súbditos americanos parecieron interesarse demasiado en la prosperidad local, la corona respondió con las Reformas Borbónicas: una reestructuración administrativa destinada a devolver el monopolio económico a España, controlando las oportunidades de desarrollo del continente. Esa estructura de privilegios representada por la organización de castas servía para controlar su sistema económico, pues limitaba el número de rivales que competían por las mejores oportunidades y privilegios a cambio de que se colocaran los intereses de la corona por encima de los locales. Esta implantación de jerarquías de privilegio y oportunidad motivó a cada grupo a esforzarse por alcanzar los estratos superiores de manera individual, en vez de crear comunidades de intereses colectivos que obstaculizarían el modelo colonial básico y en suma el principio del nuevo orden capitalista mundial .

Este mismo sistema de control propició conflictos raciales, étnicos y de clase, que se manifestaron en la vida económica y social del continente prácticamente desde la conquista, y según el autor, fue el factor definitorio del conflicto. Pues en el proceso independentista hubo quienes pensaban que incluir a las clases subalternas era un riesgo demasiado alto a sus intereses de grupo y se mantuvieron fieles a España, ya que la monarquía parecía más capaz de preservar las estructuras discriminatorias que les otorgaban sus privilegios; pero algunos miembros de esta élite novohispana sobreestimaron su capacidad para impulsar un movimiento civil separatista sin dañar las estructuras coloniales que les privilegiaban, sin considerar que “los esclavos, los pardos y otros miembros de las capas subordinadas de la población hispanoamericana, decidieron finalmente incluir sus aspiraciones en el programa independentista”, obteniendo como resultante que el debilitamiento del sistema les ofreciera ocasión para actuar en aras de sus propios intereses de grupo. Así miembros de estas capas subordinadas participaron en las guerras de independencias, militando para ambos bandos. Según Lombardi, “examinando las oportunidades, sopesando los riesgos y calculando las ventajas a fin de actuar en consecuencia”, pues por un lado el rígido sistema de castas había creado durante la paz un conjunto duradero de normas que se aplicaban rigurosamente y que de alguna manera ofrecía cierta garantía a la población esclava por parte de la corona, respecto a los abusos de los empresarios novohispanos. Mientras que el discurso independentista ofrecía una serie de incentivos para asegurar su participación, como: la promesa de emancipación y la erradicación de las distinciones formales de casta.

Boves, Morillo, Piar y Bolívar reconocieron la imposibilidad de independencia en los límites de una pugna elitista, en consecuencia, la esclavitud institucionalizada no podía vivir en la independencia y el compromiso para erradicar esta práctica contribuía al esfuerzo diplomático para legitimar a los independentistas como miembros de vanguardia en las ideologías modernas. Pero la abolición efectiva se realizó a un paso mucho más lento pues las nuevas Repúblicas requerían de mano de obra dócil para subsistir a su inserción en los mercados globales. Así la “ley de vientres libres” garantizaba la abolición, al tiempo que aplazaba sus efectos, pues la aritmética demográfica persuadía a los dueños de esclavos americanos, que el capital humano del que era dueño no se devaluaría inmediatamente, pues se aplazaba la emancipación de los descendientes de esclavos durante un plazo que oscilaba entre los 21, hasta los 50 años. Esta disposición produjo el aplazamiento de la abolición y prolongó la disponibilidad de mano de obra controlada durante una generación.

Lombardi concluye que con la independencia y la abolición no cambió la estructura económica de Hispanoamérica, continuó vigente la política extractiva, no hubo cambios estructurales en las relaciones de élite con las capas subalternas, no se reorientaron los vínculos dependientes del trabajo esclavo, pues se sustituyó por otros sistemas de control, como: migración forzada y contratos de servicio obligatorio. Pues las élites independientes se esforzaron por realzar, mejorar, gestionar y controlar mejor la estructura de exportación herencia del imperio español, permaneciendo casi intacta la “discriminación social y económica basada en la raza, como legado duradero del sistema español”.