martes, 22 de marzo de 2016

Reseña - El corazón de las tinieblas

Conrad, Joseph. El corazón de las tinieblas. Series en El libro de Bolsillo, Sección Clásicos; 623. Madrid, España: Alianza, 1991. 157 p.
El libro inicia en el tranquilo y civilizado río Támesis el hogar de Marlow el marino, el capitán del vapor de agua dulce, el libre pensador, el cronista de historias fantásticas de otros mundos, el ingles liberal impresionado por el progreso - sobretodo como el testigo presencial de los acontecimientos que va a narrar – El alter ego del mismo Joseph Conrad. Pero la historia real tiene lugar en un río salvaje en el lejano Congo (antítesis de la civilización) donde para Marlow, el viaje fue retroceder a los comienzos del mundo: “Éramos nómadas en una tierra prehistórica, en una tierra que tenía el aspecto de un planeta desconocido. Podríamos habernos imaginado como los primeros hombres que tomaban posesión de una herencia maldita, sometida a costa de angustia profunda y esfuerzo excesivo”.

En esta aventura, el corazón del hombre. Su esencia misma, aparece como metáfora del elemento mismo de la oscuridad, pues el atisbo a nuestro interior, a lo más profundo de la sustancia humana (introspección a la que se ven obligados los personajes en ese estado salvaje de la naturaleza, en que la civilización occidental no tiene acomodo sencillo) es el vehículo que encuentra la narrativa de Conrad para establecer los nudos literarios y mantener al lector con la esperanza de que un vuelco heroico resuelva a favor de nuestra civilidad occidental tan arraigada, los conflictos propuestos por el autor. Un aprieto irresoluble, pues el mundo moderno no puede tropezarse con la naturaleza en su estado más puro, sin que se presente un antagonismo de facto. El corazón de las tinieblas transmite esa imagen de África como la antítesis de la Europa civilizada, un lugar donde la inteligencia humana es brutalmente puesta a prueba y finalmente pierde la batalla con esa bestialidad triunfante.
…una explosión de gritos, un torbellino de extremidades negras, una masa de manos aplaudiendo, de pies golpeando el suelo, de cuerpos balanceándose, de ojos en blanco, bajo la caída de follaje denso e inmóvil. El vapor avanzó, fatigosamente, a lo largo del borde de un frenesí negro e incomprensible. ¿El hombre prehistórico nos estaba maldiciendo, rogando, dándonos la bienvenida? Quién sabe. Estábamos incapacitados para comprender lo que nos rodeaba”.
Conrad muestra de alguna manera como las políticas de colonización de la modernidad, establecieron instituciones, como empresas extractivas, donde no existió ninguna protección a los habitantes naturales, ni sistemas de pesos y contrapesos contra la expropiación que la compañía hacía en los territorios que paulatinamente asediaba, pero también deja claro que aquellos comisionados para llevar los asuntos del progreso en tierras salvajes, terminaban reproduciendo “nuevas Europas desquisiadas” que replican las instituciones del viejo mundo, incluyendo las intrigas y los procesos burocráticos en espacios anacrónicos en que siempre las condiciones naturales de los asentamientos colonizadores determinan las estrategias de sobrevivencia. “La tierra parecía sobrenatural. Estamos acostumbrados a considerar la forma encadenada de un monstruo conquistado pero allí, allí se podía ver algo monstruoso y libre”.

Joseph Conrad se muestran ante sus lectores, con una posición crítica anticolonialista y consciente del racismo y la barbarie europea en este proceso civilizatorio, aún que él mismo no consigue escapar de las concepciones eurocéntricas de su mundo y termina esclavo de esa visión binaria, un tanto maniquea del blanco y negro, el salvaje ó el civilizado. Quizá la razón sea que su estilo Romántico, en su búsqueda de nuevas formas y nuevos sentimientos, va a conformando las categorías estéticas de la modernidad, difusas pero absolutamente fundamentales para comprender la vida y sobre todo, este proceso violento de los nuevos imperialismos colonizadores de inglaterra; así pues pareciera que la incertidumbre por el futuro provoca en Conrad un esfuerzo colosal por conjurar, en su obra, la dimensión totalizadora de la que el mundo, en su existencia cotidiana, se halla privado. La bondad, la libertad y la igualdad del ser humano...