Una luz, una gruesa tea que no ahúma,
un espejo horadado,
un espejo agujereado por ambos lados.
Suya es la tinta negra y la roja, de él son los códices.
Él mismo es escritura y sabiduría.
Es camino, guía veraz para otros, conduce a las personas y a
las cosas, es guía en los negocios humanos.
El presente trabajo propone que desde la perspectiva de los valores fundamentales en la ciencia, la tecnología y la vida universitaria, se construyen vínculos de identidad que contribuyen al fortalecimiento de los lazos empáticos que nuestro propio proyecto de vida genera; pero si recurrimos a partir de una reflexión dual ética-crítica, a la revaloración de conceptos precolombinos como el yolteotl, entendido como una alternativa a la matriz civilizatoria occidental, podríamos fortalecer las redes de solidaridad con nuestros semejantes y el mundo en el que vivimos. Se pretende demostrar mediante una serie de elementos puntuales, que se puede establecer un sentlakotontli ó coniunctus de principios éticos indispensables para hacer frente a la carencia de valores que ha generado la llamada crisis de la modernidad, tomando en cuenta el valor intrínseco del legado cultural mesoamericano. Así, desde los valores fundamentales en la búsqueda personal para la construcción de nuestro propio yolteotl, particularmente en el caso de los habitantes de la Ciudad de México, herederos culturales de la filosofía nahuatl, fortalecemos los vínculos empáticos comunitarios, vigorizando los lazos de lealtad, empatía, solidaridad, amistad equidad, igualdad responsabilidad, compromiso, respeto, libertad de expresión, honestidad, tolerancia, legalidad, creatividad, cuidado del medioambiente, innovación, perseverancia, autonomía e identidad social; aún cuando no se cuente con códigos específicos de acción para la convivencia y el disfrute de la buena vida.
Es lugar común que desde la tradición sociocultural del mundo occidental cuando hablamos del génesis de la ciencia y la tecnología se recurra a la mitología griega, citando la Teogonía que escribió Hesíodo,
[1] en que Prometeo engaña a Zeus en el reparto de un buey sacrificado, escondiendo la parte comestible en el vientre del animal, y exponiendo los huesos cubiertos de grasa, Zeus escoge la parte que ve más apetitosa y al descubrir la treta encoleriza vengándose privando a los mortales del fuego. Prometeo, roba el fuego para entregarlo al hombre y Zeus vengativo, urde la entrega de la caja de Pandora, que inicia una era de infortunios para los mortales. En otra versión del mito, Esquilo,
[2] trasforma la figura de Prometeo para convertirla en el símbolo supremo de la humanidad; pues éste que había apoyado a Zeus en la lucha contra los titanes esperando que su gobierno fuera más justo que el de Urano y Cronos, se ve decepcionado cuando Zeus resulta un tirano despótico y relega a Prometeo al confín del mundo; la causa no es el robo del fuego, como parecería a simple vista, sino "su desmesurado amor a la humanidad" y cuando el coro de las Oceánides le pregunta el motivo de su castigo que consiste en la condena del titán al terrible suplicio en que un águila en el lejano Cáucaso le desgarrará las entrañas eternamente, Prometeo responde que Zeus quiso exterminar a la raza humana y él fue el único en oponerse; liberando a los hombres del miedo a la muerte, a la oscuridad y a la existencia mortal misma, al entregarles el fuego como símbolo de conocimiento y destreza transformadora, este es por tanto el perfecto pretexto para integrar el concepto de ética al imaginario científico y técnico del ser humano, pues “la búsqueda del conocimiento es, inherente a la naturaleza humana y debe ser normada igual que el resto de las manifestaciones de nuestro comportamiento, sólo que en el caso de la ciencia, la exigencia de probidad ha sido particularmente estricta.”
[3] Este obsequio divino, esta entrega redentora planteada por Esquilo: "todas las artes para los mortales vienen de Prometeo",
[4] esta concepción humana de progreso, de constante aprendizaje; se opone concluyentemente a la idea pesimista de Hesíodo quien sostiene la paulatina degradación de la raza humana. Posiblemente Esquilo está expresando las ideas optimistas de la élite intelectual de su época, que celebra las conquistas de la razón y la consolidación del poderío ateniense. Pero a nosotros nos da pauta para plantear nuestro propio Prometeo en la postmodernidad, ése que ahora parece liberado y que exige cuentas a la humanidad cuestionando respecto a su proceder y actuación en los últimos siglos. Así planteadas las dos caras de la moneda progreso–degradación, versus esperanza–quebranto y la necesidad urgente de corregir las velas para responder a los cuestionamientos lógicos de un benefactor mitológico-imaginario, es imperativo encontrar recursos que como humanidad nos permitan salir bien librados de un dilema si bien imaginado para efectos del presente discurso, no por ello carente de significados e implicaciones reales, puesto que sabemos bien que “el conocimiento genera poder, y éste propicia corrupción. Prometeo sigue arrebatando el fuego a los dioses, pero ahora lo vende a los mortales”,
[5] y la factura a los habitantes del siglo XXI nos está saliendo moral, económica, ecológica, política y socialmente muy cara.
La propuesta alternativa es recurrir a la revalorización de los principios éticos mesoamericanos, articulándoles con el quehacer universitario como fundamento para el desarrollo de cualquier actividad relacionada con la generación de conocimiento y nuestra destreza transformadora, pues “es imperativo que el científico sea cada vez más responsable de su comportamiento ético, y siga mereciendo el respeto que tradicionalmente ha recibido de la sociedad.”
[6] Y no solo es responsabilidad de las comunidades de batas blancas y cabellos desaliñados que en el imaginario colectivo denominamos “científicos”; sino que también es deber de estudiantes, académicos y autoridades universitarias hacer frente a esta responsabilidad.
Una mirada desde la filosofía y desde los valores precolombinos
En general se piensa en la Ética como la ciencia de la conducta. Así, Nicola Abbagnano plantea que se puede concebirla en dos entidades filosóficas: Por un lado el ideal del hombre que como objeto de su estudio tiene el fin al que está dirigida la conducta humana y los medios empleados para lograrlo. Mientras que por otro, plantea a la ética como el estudio de la construcción del concepto de humanidad, que estudia los impulsos de la conducta humana intentando dirigirlos y disciplinarlos para lograr esta construcción metafísica
[7], así “mientras que la ciencia informa sobre cómo son las cosas, la ética se ocupa de cómo deben ser; en consecuencia, los postulados éticos sólo son aceptados por la influencia del propio grupo que los produce, y operan como reglas de convivencia social, cambiantes en función de los intereses del mismo grupo.”
[8] Para efectos de este trabajo la Ética que nos interesa no es la que genera códigos para ser buenos humanos, sino la que invita a reflexionar sobre los motivos de actuación en la cotidianidad académica de los profesionales universitarios.
Son varias las voces que intentan llamar la atención de las culturas contemporáneas, principalmente de las occidentales, respecto a la necesidad imperante de hacer frente a lo que denominan la crisis de la modernidad, que de alguna manera trata de entender y subsanar los aspectos globalizadores negativos resultantes del ejercicio e implementación de un estilo de vida basado en modelos culturales capitalistas de consumo desmedido. Baste de ejemplo aquellos que centran su atención en los aspectos ecológicos que a últimas fechas han cobrado bastante importancia, pues los efectos nocivos de ciertas prácticas, políticas, económicas y sociales a nivel mundial, son por lo menos preocupantes. “La crisis ecológica es crisis de civilización. Son las raíces mismas de la cultura occidental las que han provocado esta situación. Sólo la modificación de aspectos centrales a la misma creará las condiciones para su superación.”
[9] Pero la empresa resulta complicada si antes no se cuenta con la reflexión puntual de cuáles podían ser los aspectos mínimos a considerar para modificar las raíces de la cultura presente. Por un lado, parece innegable que en las sociedades contemporáneas, “es necesario que el ciudadano comprenda más a fondo cómo se genera y se desarrolla el conocimiento científico, con sus virtudes y sus riesgos; que sepa que, en efecto, las comunidades científicas se aglutinan en torno a constelaciones de valores, de creencias, de intereses, de técnicas, de prácticas, de métodos de decisiones, de formas racionales de discusión, y que también muchas veces se dan confrontaciones irracionales en el seno de esas comunidades, y entre ellas.”
[10] Lo que no queda claro es el alcance de la responsabilidad que los productores y reproductores del conocimiento tienen en esta empresa, y los pasos a seguir para conseguirlo.
Por lo anterior se procura que mediante un ejercicio (aunque no exhaustivo), resultado de la revisión de la literatura existente sobre la concepción filosófica de la cultura nahuatl, se integre a la formación de los lineamientos éticos de la ciencia y la tecnología que construimos en nuestra vida universitaria la idea de una responsabilidad personal por endiosar las cosas en nuestro propio corazón, que era precisamente el ideal del tamatinime precolombino, es decir a penetrar por la vía de las flores y el canto en los secretos del saber, de una manera responsable, pues “Con la amalgama de telecomunicaciones, microelectrónica y cibernética, generando productos de bajo costo, la sociedad tiene acceso a un creciente volumen de datos, y el avance de la democracia en el mundo, contribuye a que se haya elevado en las décadas recientes la exigencia social de la rendición de cuentas de transparencia en el uso de los recursos y de responsabilidad por parte de todos los actores, en la producción de elementos de importancia social.”
[11]
Para la civilización náhuatl desarrollada en el altiplano central de la región Mesoamericana durante los siglos IX al XVI, la entidad teológica Ometéotl que aparece en el Códice Florentino, se presenta como principio supremo y dador de vida, pues posee simultáneamente los valores masculinos y femeninos capaces de engendrar y concebir todo lo que en el mundo existe. Y hasta aquí pareciera que por sí mismo pudiera ser el sostén de nuestra realidad, pero en lo que toca a la actuación de los hombres en el pensamiento nahuatl, el ideal del sabio tamatinime busca en todo momento crear y penetrar por la vía del difrasismo flores y canto (In xóchitl in cuicatl), los secretos del saber y la verdad (nettiliztli) como complemento a la realización existencial que otorga Ometeotl, es decir que existe una responsabilidad de responder a las gracias recibidas por sus deidades. Por tanto se propone abordar el tema del Humano deshumanizado: Ética, Ciencia y Tecnología”, desde una perspectiva sincrética que tome en cuenta ambas concepciones del mundo, a saber: La idea hegemónica de la Ética importada desde el viejo continente y las concepciones filosóficas de los pensadores precolombinos.
Una de las principales tareas del pensamiento universitario es la formación de "funcionarios de la humanidad", responsables de la reconstrucción del mundo de la vida, como referente simbólico de totalidad; pues los costos de la espiral del progreso resultado del pensamiento racional científico-técnico en la modernidad, han resultado en el empobrecimiento de lo cotidiano y el olvido del sujeto como principal actor cultural, por lo que no es de extrañar que surjan con fuerza propuestas alternativas que propongan el privilegio de lo regional, lo focal y lo micro; y para aplicarlas hay que considerar en todo momento que "la tarea de la filosofía y de la ciencia, es abrirse a la otredad, tener el coraje de reconocer que los argumentos del otro son tan importantes como los míos, es decir, ponerme en el lugar del otro"
[12]
Para los precolombinos neltiliztli que deriva de la palabra nelli, relacionada con el concepto de “raíz, cimiento o base” se utilizaba para designar la idea de verdad y tiene un fundamento de sentido existencial, de estar bien cimentado y enraizado; así lo duradero está relacionado con lo verdadero en contraposición con lo transitorio, para construir estrategias que permiten hacerle frente a la muerte. El que conoce es quien lleva la verdad, porque es quien al entrar en contacto con la flor y el canto, la hace descender a los seres humanos, gracias a que se interesa en construir su corazón endiosado, su propio Yolteotl.
Quienes entienden el concepto de verdad desde la cultura occidental lo primero que podrían cuestionar es que este difiere en la cultura contemporánea de la concepción precolombina y es justo el punto que me interesa defender, en efecto neltiliztli no tiene que ver con lo absoluto, ni con lo auténtico, ni con lo único, sino con la identidad. No se “encuentra por medio del conocimiento científico o de la comprobación o la sistematización, sino a partir de la revaloración de la experiencia interna, es un conocimiento que parte de la intuición y que viene del cielo en su contacto con la tierra, del cielo que es Flor y Canto, una dimensión dual.”
[13]
En conclusión, la reflexión ética desde la perspectiva de los valores fundamentales en la ciencia y la tecnología, apoyada en la constitución de valores fundamentados en la idea de verdad en un sentido existencial, podría ayudar al fortalecimiento de vínculos empáticos en nuestro proyecto universitario, vigorizando los lazos de lealtad, empatía, solidaridad, amistad equidad, igualdad, responsabilidad, compromiso, respeto, libertad de expresión, honestidad, tolerancia, legalidad, creatividad, cuidado del medio ambiente, innovación, perseverancia, autonomía e identidad académica. Por que la enseñanza para construir un “rostro y corazón” de quien aspiran a tener su propio yoltéotl, no se basa en actitudes paternalistas, sino que se pretende un dialogo con los individuos para que construyan su identidad y encuentren juntos y juntas su camino. Entonces se ofrece una alternativa a los conflictos de la modernidad, pues el autorreconocimiento del rostro y corazón como proceso humanizante, resulta en un ejercicio imprescindible para desarrollarnos en nuestras sociedades contemporáneas y alienantes, ya que todas y todos los estudiantes universitarios, por el solo hecho de serlo construimos estrategias para ser más humanos y apoyar a otros a conseguirlo también. Y esto solo lo alcanzaremos en cuanto más nos reconozcamos en los otros y las otras, pues la humanización lleva a la solidaridad y la misericordia, al encuentro con “el otro o la otra” como con uno mismo, al rescate de la comunidad y del bien común, valores que hacen contrapeso al sistema individualista y excluyente en el que vivimos.
Esta resulta pues, una humilde propuesta que invita a la urgente revalorización de los aspectos éticos tanto hegemónicos como tradicionales, relativos a la producción y el uso del conocimiento en nuestro quehacer civilizatorio , como fundamento para el desarrollo de cualquier actividad relacionada con la generación de nuevas formas de aprender y nuestra destreza transformadora. Aunque es bien importante tener en cuenta que los paradigmas éticos son construcciones sociales y por lo tanto su vigencia tiende a cambiar junto con la sociedad que los crea, así tenemos la necesidad y responsabilidad de mantenernos atentos a éstos para adecuarles pertinentemente a los cambios culturales que nos toque presenciar.
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